El amor requiere abandonar el ego. Por eso el amor puede convertirse en la puerta a lo divino. Puede que empieces amando a una persona, pero acabarás amando lo impersonal. La persona se vuelve como una ventana, abierta hacia el cielo infinito.
La gente anhela el amor, pero al mismo tiempo se aferra a su ego. Por eso el amor nunca se hace realidad. Vienen y van sin saborear el néctar del amor. Y a no ser que tengas la experiencia del amor, no habrás experimentado la vida en absoluto.
El amor no depende del objeto, sino que es una radiación de tu alma.
Una vibración que te rodea, expandiéndose por todas partes. Y si hay mucha gente que simplemente emite su amor, su canción, su éxtasis, el lugar entero se convierte en un templo.
La vida no es más que una oportunidad para que florezca el amor. Puede que hayas perdido toda tu vida: si en el último suspiro, tu último momento en la tierra, puedes ser amor, no has perdido nada, porque un solo momento de amor equivale a toda la eternidad de amor.
(El libro de la Mujer, Osho)